
¿Qué nos hace felices? ¿Coger, beber, comer, gastar, fanfarronear? Ya sé: tener una familia y un trabajo “estables”, una buena reputación, ocupaciones que nos mantengan, como en aquella canción de Radiohead, “Fitter, happier/More productive/Comfortable/Not drinking too much”…
Supongo que la salida fácil sería irnos por lo relativo y aplicar el “cada quien”. Pero no, ese no es mi estilo. Así es que quiero comenzar con algo que mi papá solía decir cuando estaba entrado en botellas de vino. Se trataba de esta especie de frase cursi disfrazada de, no sé, antiguo proverbio chino:
Si quieres ser feliz un día, date un banquete
Si quieres ser feliz un mes, vete de viaje
Si quieres ser feliz toda la vida, cultiva tu jardín
No me lo tienen que decir: la frase es horriblemente cheesy. Sin embargo, en breve explicaré por qué, en el fondo, tiene mucha razón (gulp).
Comencemos por lo más simple, tan simple que es bobo: todo mundo quiere ser feliz. Desde los tristes adeptos del positivismo tóxico hasta toda esa gente intensa y darks en el internet que se queja absolutamente de todo, en realidad a lo que aspiramos es a llegar a un estado de felicidad (o varios).
Entran los estoicos, esos maravillosos loquitos griegos del siglo III a.C. Debo decirles que, a pesar de lo que dice la sabiduría popular mexicana, un estoico no es alguien que “aguanta vara”, sino una persona que cultiva la virtud. Un estoico, pues, es alguien que logra mantener el juicio correcto sobre sus emociones.
Estas emociones se identifican como las “pasiones estoicas”, es decir, estados emocionales intensos. Dichas pasiones (pathos o pathé) son: angustia (lupe), miedo (phobos), lujuria (epithumia) y deleite (hedone). Obtener o alcanzar un juicio correcto sobre ellas se conoce como apatheia, de donde viene (¡lo adivinaron!) nuestro muy usado término apático (alguien guango, alguien dejado o indolente, según la RAE). En nuestros tiempos, además, las personas apáticas se consideran retraídas, poco participativas y nada cooperativas. Son indiferentes.
No obstante, para los estoicos el apático es más bien alguien… ecuánime.
Sé que ser ecuánime en la vida suena a ser un pan sin sal, alguien de hueva y aburrido. En el contexto del estoicismo, sin embargo, la ecuanimidad ante las pasiones nos pone en una gran posición: nos aleja del vicio y nos acerca a la virtud; es decir, nos aproxima a la felicidad.
Pero, ¿a qué tipo de felicidad? Imaginen que han ahorrado mucho tiempo para comprarse un auto y finalmente lo sacan, nuevecito y oliendo a agencia, a pasear por primera vez en las calles. O se ganan un premio. O tienen la fortuna de ver reír por primera vez a su hijo o hija. Esos genuinos momentos de gozo, esos picos de felicidad, se llaman euphoria. La euforia hoy es también identificada por los expertos en salud mental con las manías o los episodios maníacos, pero creo que es justa una connotación más suave, esa sensación que nos provee hacer una presentación chingona en el trabajo, o escuchar a tu grupo favorito en vivo y cantar a todo volumen esa canción que tanto esperabas, o experimentar un beso por primera vez con alguien que tiene mucho tiempo gustándote. En ese sentido, sentirse eufórico es, uff, maravilloso. Es como tocar la felicidad durante unos instantes, ¿no?
Justo eso es lo que hace a la euforia tan especial, y a la vez tan poco sustentable. Por muy deseables (o necesarios) que sean, no podemos construir una vida alrededor de los momentos eufóricos. Los estoicos sabían esto y por eso apuntaban a otro tipo de felicidad: la eudaimonia.
Esta palabra, considerablemente menos popular que euforia, significa “buenos espíritus”. Tanto euforia como eudaimonia comparten el vocablo eu (“bueno”), pero la clara diferencia radica en daimon, “espíritu”. Para los griegos, el daimon era una especie de divinidad menor que proveía fortuna, y también destino. El daimon era un acompañante invisible, un espíritu que está ahí, nos vigila y guarda desde el silencio. Curiosamente, las bebidas espirituosas nos levantan el ánimo. Estoy seguro que hay una conexión con el daimon.
Para los estoicos, sostenerse con buenos espíritus o eudaimonia, es equivalente a ser próspero. Pero esta prosperidad no se refiere a tener una camionetota y una casa en Morelos, o un trabajo mamón o unas vacaciones de esas que le gusta presumir a la gente en Instagram; tiene más con ser sabio y práctico a la vez. Pero también ético. Y por supuesto, ecuánime ante las pasiones. Todo esto, yo diría, es poseer carácter. Cultivar el carácter es cultivar la eudaimonia.
Así es que, como podrán imaginarse, a eso se refería mi papá con cultiva tu jardín. El jardín somos nosotros. Y a través del estoicismo (o tu método favorito para alcanzar la virtud, sea cual sea) lo podemos atender, podemos alcanzar la eudaimonia. Y también un poco o un mucho de euforia, cómo no.
Quiero despedir esta lectura de domingo con un tuit, el último que puso Leonard Nimoy poco antes de morir, y que probablemente es el tuit más bello del mundo:
Sobre por qué la felicidad está en las relaciones significativas
El estudio científico más extenso sobre la felicidad (data de 1938 a la fecha) concluyó que la clave para una buena vida es cultivar relaciones significativas. Lo cual se dice fácil pero es un pedo mundial, considerando la pandemia y lo que muchos han llamado la epidemia de la soledad. Puedes leer aquí el artículo de The Atlantic o buscar más información en internet sobre cómo identificar y trabajar más esas relaciones significativas (“deep relationships”), lo cual seguramente le va a dar más sentido a tu vida.
Sobre Aftersun, una opinión que subí a Twitter (no la lean si no han visto la película porque contiene spoilers)
Sobre lo que podemos aprender del colapso de las civilizaciones
Tengo mucho tiempo siendo un gran admirador de The School of Life, el proyecto del genial filósofo francés Alain de Botton, y este video de su canal, muy cortito y al grano, me encantó por qué nos da luz sobre los tiempos apocalípticos que vivimos. En esencia: todas las sociedades se colapsan, pero el mundo sigue adelante. Es una idea muy chingona que, no sé, hasta te puede dar algo de paz.
Una canción para ustedes
He estado escuchando mucho Rush esta semana, así es que este clásico de 1975 me pareció apropiado.
Una foto en mi carrete
Yo fumando en el aeropuerto de Miami por ahí de 2005. Qué tiempos, mi Lic.
¡Nos leemos pronto!